Hola pedagógic@s, hoy en nuestra sección Hablemos de... queremos hablaros sobre los castigos y su eficacia.
Cuando el recién nacido llega a casa, su educación consiste en darle mucho amor, rutinas, algún que otro "no" y mucha paciencia. Pero a medida que van creciendo, suceden situaciones en las que no sabemos qué hacer. Entonces los castigamos, ¿pero sirven de algo?
La teoría clásica del castigo dice que para que éste sea efectivo debe cumplir ciertos requisitos:
2. El castigo debe ser algo desagradable para el niño. Quitarle algo que valore o forzar a qué realice algo que no le gusta.
3. Castigo debe ser proporcional a la acción que queremos corregir. Por decir una palabrota, no puede estar castigado toda la semana sin ver los dibujos...
Son muchas las teorías que defienden que el castigo no es la mejor opción para corregir las actitudes inadecuadas de los niños. Sostienen que el castigo tradicional no educa, pero hay alternativas para ello, las consecuencias naturales.
Para llevar a cabo las consecuencias naturales, necesitamos de un cambio de mentalidad por parte de los padres y educadores. El objetivo, es que el niño no repita de nuevo la acción indeseada, por eso debe aprender que sus acciones tienen consecuencias que debe asumir y debe comprender los motivos por los que hay cosas que no se pueden hacer o se deben hacer de otra manera.
Se trata de enseñarles a ser responsables. Las consecuencias naturales consisten en proponer al niñ@ una acción que le ayude a responsabilizarse de su mala conducta, reparando aquello que hizo mal o volviéndolo hacer adecuadamente.
No se trata de intervenir siempre inmediatamente, en ocasiones hay que esperar. Si estamos demasiados irritados, es mejor esperar, porque en esta situación nos va a resultar difícil transmitir firmeza con afecto. Demos tiempo a pensar sobre lo sucedido y cómo enfocarlo, antes que improvisar una respuesta en pleno enfado.
Os dejamos una situación como ejemplo, resuelta desde el castigo clásico y desde la consecuencia natural:
Situación: Niñ@ ha cogido las pinturas de dedo y lo ha puesto todo perdido. Nos ha manchado la mesa del comedor y a sí mismo.
Castigo clásico: Echarle la bronca y dejarle sin pinturas de dedo toda la semana.
Consecuencia Natural: Explicarle que lo ha hecho mal. Responsabilizarse de la limpieza de la mesa y de su ropa (si es muy pequeñ@ supervisar la tarea y/o ayudarle). Preparar una caja con plásticos y ropa vieja o buscar otro lugar para que la próxima vez que use las pinturas de dedo no pase lo mismo.
Esperamos que os haya gustado el post de hoy, ya sabéis que ante cualquier duda podéis escribirnos a tiemposdepedagogia@gmail.com
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